La sorpresa.
Tras
coincidir sus miradas,
miel
una y esmeralda la otra,
se
encendieron deseos ocultos
que
hasta ese momento
habían
dormido camuflados
como
gemas en un arroyo.
Notaron
el vaivén de los mares
recorriendo
sus interiores,
el
cual enardeció la impaciencia
en
sus rosados despertares,
necesitando
con egoísmo saber
si
necesitaban un istmo
que
entrelazara sus cuerpos
o
un sereno estrecho
que
uniera sus aguas exaltadas.
Se
dejaron llevar por el viento,
con
lo que sus labios se probaron,
uno
encontró sabor a ciruela
y
el otro a granada y uva.
Sorprendidos
por todo aquello
caminaron
juntos para descubrirse,
despacio,
ilusionados, atentos
y
por supuesto, cogidos de la mano.
Mateo
Redondo Calonge
Imagen
de PicsArt (free to edit).
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