domingo, 26 de noviembre de 2017

La sorpresa.

La sorpresa.
Tras coincidir sus miradas,
miel una y esmeralda la otra,
se encendieron deseos ocultos
que hasta ese momento
habían dormido camuflados
como gemas en un arroyo.
Notaron el vaivén de los mares
recorriendo sus interiores,
el cual enardeció la impaciencia
en sus rosados despertares,
necesitando con egoísmo saber
si necesitaban un istmo
que entrelazara sus cuerpos
o un sereno estrecho
que uniera sus aguas exaltadas.
Se dejaron llevar por el viento,
con lo que sus labios se probaron,
uno encontró sabor a ciruela
y el otro a granada y uva.
Sorprendidos por todo aquello
caminaron juntos para descubrirse,
despacio, ilusionados, atentos
y por supuesto, cogidos de la mano.

Mateo Redondo Calonge


Imagen de PicsArt (free to edit).

lunes, 20 de noviembre de 2017

Aquel encuentro

El latido de aquel recuerdo
aún perdura en la esfera
de sus memorias activas.
Fue una sorpresa audaz.
El destello de una chispa
hacía dos direcciones opuestas
atrajo sus ingenuas miradas.
No se sabe que les ocurrió,
aunque seguramente
ambos sintieron lo mismo.
¡Qué torpes fueron!
Tal vez se embelesaron
al sentir el recorrido
de esas aguas saltarinas
por sus universos asombrados.
Se perdieron sin darse cuenta
entre los senderos iluminados
de calles con ruidos de coches
y devenir de peatones despistados.
Tal vez se reencuentren, tal vez.
Ojala puedan volver a encender
el fascinante destello
de esa pacifica luna que habita
en sus serenas y sorprendidas almas.
Fue un sábado al atardecer
cuando mirándose se tocaron.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Esperando.

Dormía como una caracola
abrigada por helechos
sobre un diván de algas.
Sus líneas rectas
armonizaban con las redondeces
de sus mullidos labios.
Me hubiera gustado posar
mis impetuosos labios
en su pacífica boca,
pero, no quise sobresaltarla
y esperé resignado
su tranquilo amanecer.
Se desperezó enseñando
sus blancas manos
entre las suaves vainas
de clorofila y lana,
su sonrisa esclavizó mi mirada,
dejándome a la expectativa
de que me recibiera
entre sus cálidos brazos.


viernes, 10 de noviembre de 2017

Días de aire.


Eran días de aire galopante
de fantasmales voces
silbando entre las rendijas,
de ululantes conciertos
entre cimbreantes ramas,
de flotantes hojas rotas
arrancadas de cuadernos desechados.
Hastiado del confort
y de las mil imágenes,
salí a sentir
los soplos curvados
con vectores dispares.
Se coló entre mi ropa,
con ímpetu, con ansia,
eso era lo que yo quería,
notar su fuerza indómita,
sentir bailar los cabellos
con su golpe de voz.
¡Ayúdame!
Le dije gritando.
¡Llévate mis cargas!
¡Mueve mi plácida vida!
¡Quiero vibrar!
Nada de seguir templado,
quiero arder, quiero sentir el hielo,
detesto mi pétrea comodidad,
deseo sentir el galope
de mi tranquilo corazón,
por amor, por cien emociones.
¡Sacude mi existencia!
Quiero poder decir
yo hice esto,
a mí me pasó aquello,
allí estuve,
¿qué me vas a contar?
Todo eso y más deseo vivir.
Se acabaron las teorías,
suspiro por experimentar,
por vivir
la precariedad de los días.
¡Arrecia sin dudarlo!
Pues quiero ver
todos los colores,
saborear todas las aguas,
oír todos los instrumentos
y sentir la pasión en unos labios.

Mateo Redondo Calonge

Hace ya algún tiempo que desee
todo lo que expongo en este poema
y os he de decir que a partir
de ese lúcido momento
todo mi paisaje cambió”.

Este poema está incluido en el libro
Pensamientos de una gota que cayó
de una nube.

Podéis encontrarlo en Amazon.