Quería darle una sorpresa.
Su ponencia se había adelantado
un día, al parecer un conferenciante llegaba con retraso, con lo cual se retocó
la agenda. La alegría de pensar que volvía antes le hizo realizar una
exposición alegre, brillante, transmitió esa chispa en sus explicaciones.
Volvió el sábado por la mañana
tras aquel vuelo nocturno.
¡Qué ilusión traía!
Dejó el equipaje sin abrir en el
apartamento y se dirigió al centro de belleza que había en el centro de la
ciudad. Solía ir una vez al mes como mínimo.
Deseaba estar radiante. Hizo la
sesión completa, masaje terapéutico, cremas hidratantes, manicura, retoques en
el cabello,...
De vuelta al apartamento fue
sonriendo todo el tiempo pensando en su plan. Sabía donde estaría Jaime. Siempre
iban a comer los sábados al restaurante de la madre de él, así que se
presentaría ella de improviso y le daría a su prometido una inesperada llegada.
Después de enfundarse un nuevo
vestido que tenía reservado para una ocasión especial, se dirigió a su coche y
condujo de forma relajada con su música favorita.
De alguna manera tenía la
sensación de tener aquel día el poder de parar el tiempo y eso le daba un
embrujo de confianza que era formidable.
Se dijo a si misma: “Isa, eres
una triunfadora”.
El restaurante se encontraba a
unos diez kilómetros al sur de la ciudad, en la costa.
No tenía prisa, el tiempo estaba
de su parte y todo se estaba desarrollando como ella había planeado.
El corazón se le aceleraba a
medida que se acercaba al sitio.
Miró el anillo de compromiso que
le había regalado Jaime y tenía unos deseos tremendos de decirle a él que
tenían que dar un paso más en la relación.
No quería una boda espectacular,
pero si que fuera una fiesta para ellos dos, para las familias y por supuesto
también para los amigos de ambos.
Aparcó el coche a unos escasos
veinte metros pasada la entrada del restaurante. Al no ser la temporada
veraniega el parking estaba con pocos coches estacionados, si Isa lo hubiera
querido podía haberse puesto junto a la misma entrada, pero optó por situarse
en un punto desde el cual ella podía ver con toda claridad la entrada, pero por
el contrario su coche quedaba algo camuflado detrás de un seto, después de todo
deseaba con fervor poder dar una grata sorpresa a su prometido.
Vio como el coche de Jaime
aparcaba junto a la entrada.
Isa estaba impaciente por salir,
pero se mantuvo quieta, debía esperar a que él entrase.
Se quedó boquiabierta al
contemplar la mujer que bajó del coche de él, la conocía y sus referencias la
calificaban como de una mujer peligrosa, se llamaba Jana y ella misma se
denominaba a si misma como un espíritu libre.
Isa pensó que no tenía por qué
preocuparse, ya que Jaime estaba enamorado de ella y no tontearía con Jana,
después de todo ellos estaban prometidos.
La siguiente secuencia de
imágenes para Isa fueron surrealistas, por un momento pensó que su cerebro no
procesaba adecuadamente cada uno de aquellos fotogramas que sus ojos estaban
viendo.
¡Su prometido y aquella mujer
fatal además de besarse se estaban acariciando! Luego entraron en el
restaurante.
Isa sintió que se ahogaba, el
aire parecía no llegar a sus pulmones, pero no era lo único que no iba bien,
sus dedos le dolían y se dio cuenta de que estaba asida al volante con tanta
fuerza que tenía tres uñas rotas, pero la cosa no acababa ahí, las nauseas se
estaban apoderando de ella y como pudo abrió la puerta del coche en un intento
de volver a notar su respiración.
Comenzó a realizar ejercicios de
ventilación pulmonar, mientras su cuerpo intentaba vomitar en vano, ya que no
tenía nada en el estómago y una sensación de vértigo se apoderaba de ella, así
como los sonidos de las cosas los recibía a intervalos.
Tardo un buen rato en recobrar su
armonía.
Volvió a mirarse en el retrovisor
y vio que era otra mujer diferente a la de hacía unos momentos, en su rostro habían sendas
oscuras que bajaban desde sus ojos, sus labios estaban fatales, sin perfilar,
pintados grotescamente y su semblante era demacrado.
No obstante permaneció allí sin
moverse, no se atrevía a conducir, sus manos estaban temblorosas y su sentido
del equilibrio todavía no estaba recuperado.
Utilizó varias toallitas
desmaquillantes para volver a poner orden en su rostro, también se arregló las
uñas como mejor pudo y poco a poco recuperó el esplendido color natural de sus
mejillas, también volvió a un ritmo respiratorio adecuado.
Aquello no podía quedar así,
nunca le habían roto el corazón de aquella manera, no se lo merecía, tan sólo
había sido una enamorada bastante ingenua.
Andando se dirigió al coche de
Jaime mientras se quitaba el anillo de compromiso.
En un principio iba a dejar el
anillo puesto en el limpiaparabrisas, pero una oleada de odio surgió de su
interior y recorrió como una exhalación su cuerpo alcanzando su mente.
Sujetó con firmeza el anillo y
comenzó a pasar el brillante por el cristal delantero de aquel coche haciéndolo
de forma ondulada, repitió la operación dos veces más y luego prosiguió por el
resto de cristales del coche, pero aún así aquello no aplacaba la rabia que
sentía, con lo que cogió el anillo por el brillante y comenzó a rascar con el
aro del anillo el capó del coche, cuando se dio cuenta que aquello tampoco la
iba a aplacar levantó el limpiaparabrisas, metió el anillo en él y dobló la
varilla.
Montó en su coche y se alejó de
aquel sitio que hasta ahora para ella había sido idílico y ahora lo maldecía,
mientras sus ojos se nublaban con nuevas lágrimas que ella estaba atenazando
para que no surgieran, mientras sin darse cuenta apretaba las mandíbulas viendo
por el espejo retrovisor como el restaurante se iba empequeñeciendo a medida que
avanzaba hacia su casa.
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